jueves, 12 de febrero de 2009

La Otra Dictadura...


La "dictadura" era, para los antiguos romanos, una eficaz solución política que se aplicaba en tiempos de crisis y que consistía en otorgar el poder de manera unívoca a una sola persona durante un tiempo acotado (unos seis meses). Pasada la emergencia o expirado el plazo, el poder volvía a sus causes normales, el senado, los comicios curiados y todas las demás instituciones creadas por ellos para administrar la "Res pública".
Hoy en día, y aunque según el diccionario la dictadura se define como un tipo de gobierno en el que el poder es ejercido por una sola persona fuera de todo marco constitucional invocando el supuesto "interés público", (enciclopedia Espasapocket 2007) nos vemos enfrentados a un nuevo tipo de dominio dictatorial, mucho más solapado y aunque no lo parezca a primera vista, también mucho más cruel. Esta nueva dominación, si bien no es ejercida por una sola persona, si representa y sirve a los intereses de un solo grupo y no trepida en arrasar con todo sentido de justicia, igualdad, dignidad, belleza o equilibrio con tal de maximizar su propio bien. Me refiero al nuevo y tiránico dictador entronizado y santificado por el modelo económico del libre mercado, el mercader.
Hoy en día todo aparece marcado por la ganancia que se pueda obtener, pero no es una ganancia a compartir, sino algo que se debe acumular y amontonar solo por parte de unos pocos. De esto tenemos miles de ejemplos. En la actual coyuntura económica internacional, y bajo pretexto de no "perder competitividad" es más fácil para los grandes grupos económicos someter a miles a la angustia del desempleo que minimizar sus propias ganancias a fin de mantener en sus puestos a sus obreros. Se prefiere sembrar más y más hectáreas para generar "biocombustibles" con un bajo rendimiento que cultivar trigo o arroz que sirven para alimentar a las personas, pero claro, unos pocos litros de biocombustible se venden a mejor precio que el hambre de la gente. La salud de los más pobres ha sido hipotecada por las grandes cadenas de farmacias que venden sus productos en colusión con los laboratorios a precios diez o más veces superiores a los reales. Y así la salud, la educación, la fe, nada queda fuera de las férreas y heladas cadenas de la ambición.
No es que debamos eliminar la riqueza o declarar la guerra a los que disfrutan de un mayor bienestar, pero de alguna manera debemos encontrar un punto de equilibrio entre el justo derecho de surgir y tener una mejor calidad de vida y el sagrado deber de velar por una mejor y más equitativa distribución de la riqueza, un nuevo punto en que el salario del obrero refleje de manera justa el porcentaje de riqueza que ayudó a generar, un nuevo acuerdo en donde las personas sean vistas como tales y no como simples engranes en una gigantesca máquina de hacer dinero. Un nuevo pacto en donde la familia si tenga un reconocido valor en todas las esferas de la sociedad. En fin, un tiempo nuevo en donde estos nuevos dictadores sean regulados y contenidos y en donde su oficio les sea provechoso sin vulnerar en nada a los demás.

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